jueves, agosto 21, 2003

LA VOLUNTAD DE PUBLICAR

Desde la carta en la botella arrojada al mar por el náufrago en la isla desierta, al mensaje proyectado al espacio por la NASA anunciando que habitamos el tercer planeta del sistema solar. Del alucinado dazibao con que los chinos de la Revolución Cultural buscaban la manera de que florecieran 100 flores y de que compitan cien escuelas, al cándido periódico mural de la escuela y de la oficina. Del libérrimo graffiti del los muros que pusieran la revolución en el aire de París en mayo 68, a la ínfima –y usualmente injuriosa– inscripción de baño público. De la escritura de El Nombre en la playa secreta, a la talla del corazón flechado sobre el tronco del árbol. Del fanzine aguerrido y caótico hasta el influyente New York Times, una omnímoda voluntad de publicar acompaña maravillosamente el transcurso de la vida humana.

Y es que publicar podría ser es la única posibilidad al alcance humano de pretender burlar la imperiosa singularidad que impone la naturaleza, y el único modo de ejercer influjo sobre el prójimo sin contacto presencial: el poema quiere poseer a la amada como la pintura de la caverna pretende abatir al bisonte.

El papel, la imprenta (y los modernos medios de comunicación) magnificaron la capacidad de publicar pero ahondaron la diferencia entre la modesta y cándida publicación y la gran publicación que solo es posible mediante la posesión de un gran capital o el dominio sobre una gran corporación.

La moderna libertad de expresión es, con ligeras restricciones, la libertad de las corporaciones que publican. La libertad de expresión del individuo sólo puede canalizarse a través de las corporaciones publicantes. Los periodistas y los propietarios son filtrantes y en el mejor de los casos intermediarios. Uno ciudadano siempre puede escribir una carta al periódico o a la televisión. Su publicación depende de una complicada maraña de criterios, voluntades e intereses que normalmente son los de los propietarios de las corporaciones. Ellos son quienes determinan el criterio de selección.

La red internet recupera (o abre) el espacio publico para el individuo y devuelve el sentido primigenio (o imaginado) a la libertad de expresión. El fenómeno blog tiene la potencialidad de devolver el poder de publicar al el individuo.