miércoles, enero 20, 2021

La Ley de Hooke revisitada

 

José Carlos Chiri Zapata
Resuena una vez más el Cantar del Microchip después de un silencio largo pero nutritivo, animado por una simpática sorpresa: hemos accedido a un importante trabajo del joven investigador peruano José Carlos Chiri Zapata que revisita un asunto científico tricentenario en “La Ley de Hooke en resortes, una aproximación”. Aunque antiguo, este importante tema se beneficiará sin duda con la mirada inquisitiva de un joven espíritu contemporáneo. Invitamos a los interesados a examinarlo en su integridad.

 

El regreso de Robert Hooke

Solo en 1956, más de 300 años después del nacimiento de Robert Hook (1635-1703), se publicó por primera vez una biografía exhaustiva del connotado científico inglés. Algo en verdad sorprendente si se considera la importancia de su obra en la historia de la ciencia, sin contar con que era poseedor de una personalidad fascinante, aunque extraña.

Robert Hooke (1635-1703)
Hijo de un clérigo de la iglesia anglicana de la Isla de Wight, bajo de estatura y picado de viruela, Hooke ascendió por mérito de la claridad de su intelecto hasta la universidad de Oxford para luego pasar a formar parte de la (mayormente) aristocrática generación que fundó en 1662 la celebérrima Sociedad Real de Londres para el Mejoramiento de la Ciencia Natural, la Royal Society. Durante su vida, ejerció el quehacer científico entendido a la manera renacentista: exuberante e inconclusa, las más de las veces. “Curador de experimentos” fue el influyente cargo que ejerció en la Royal Society hasta su muerte y en su ejercicio se involucró en un amplio rango de disciplinas ganándose con justicia una gran fama de señalados contrastes.

Sir Isaac Newton (1645-1723)
Cuando en 1686 Newton publicó sus Principia Mathematica en los que develó la Ley de Gravitación Universal, Hooke reclamó que dicho descubrimiento se había gestado en los 7 años de correspondencia sobre el tema que había sostenido con Newton y que era un desarrollo de ideas que le pertenecían. Newton rechazó tal afirmación dando inicio a una de las disputas más ácidas e indecorosas de la historia de la ciencia.

Abundando en calificativos, cuenta Asimov: “Por un lado [Hooke fue] un experimentador ingenioso y capaz en grado sumo en casi todos los campos de la ciencia y, por otro lado, un individuo desagradable y 
discutidor, antisocial, mísero y conflictivo… su presa predilecta fue Isaac Newton el genio trascendental (pero cobarde moral), a quien en más de una vez redujo a la distracción y finalmente llevó a la crisis nerviosa”.

La poca fortuna del legado de Hook (sus archivos se desperdigaron, se extraviaron y hasta hoy no se han terminado de publicar) hizo que la figura de este palideciera mientras que la de Newton adquiría la magnitud colosal y el fulgor con que imperó en el mundo científico hasta bien entrado el siglo XX.

En las dos últimas décadas, especialmente tras la conmemoración de los trescientos años de la muerte del sabio en 2003, el interés por su vida y trabajos entre los historiadores de la ciencia ha crecido en modo exponencial. Luego de siglos en la oscuridad, la figura de Hooke ha pasado casi a “estar de moda”. Estos nuevos estudios han revelado el vasto espectro de intereses del sabio, la sutileza de su genio y el poderoso rol seminal de sus trabajos, a tal punto que biógrafos modernos[1] han sostenido que Robert Hook nunca recibió el reconocimiento que se merecía y hasta se le ha denominado “El Leonardo de Londres”.

Sus aportes más trascendentes figuran en dos campos, hoy fuertemente segregados: en biología, con relación a observaciones microscópicas; y en física, con relación a las propiedades de los cuerpos elásticos, notoriamente, en la llamada Ley de Hooke referida a los resortes.

Aunque en rigor no es una "ley" ya que se refiere a un dispositivo específico y no una ley fundamental de la naturaleza (apenas un modelo idealizado útil, según Sears & Zemansky), fue esta última la delicada hebra que defendió contra el olvido el nombre de Hooke durante más de tres siglos. También es este el tema del encomiable trabajo del joven académico José Carlos Chiri Zapata que presentamos con entusiasmo para juicio y deleite de los interesados.

Laus Deo


lunes, octubre 05, 2015

El hombre que solo quería regalar libros (III)

Por Gonzalo Tapia
(leer pdf / bajar epub)
Para Jasita,
maestra rural
Asuntos inapropiados

El hombre más poderoso de la tierra, en quien un cambio repentino de humor o  un gesto ambiguo podían desencadenar consecuencias planetarias, era protagonista de un escándalo mayúsculo. Ya no le era posible mantener la serenidad que se exige a quien detenta un poder casi ilimitado. En opinión de sus encarnizados adversarios, el presidente había salpicado de lujuria los recintos más emblemáticos de la democracia. Después de negarlo por algún tiempo –agregando la mentira a la acusación– y solo cuando la evidencia no le dejó más escapatoria, el mandatario convino en reconocer como “relaciones inapropiadas” las que sostuvo con una joven y robusta voluntaria en la Casa Blanca. Los Estados Unidos, nación fundada por cuáqueros y puritanos, y el mundo entero, estaban divididos entre los que podían permitirse pasar por alto los arrebatos privados del presidente y los que exigían su destitución inmediata por el insuficiente gobierno de sus apremios.
El día 8 de octubre de 1998, el Congreso de los Estados Unidos decidió que el presidente Clinton, debía ser investigado para determinar si podía o no permanecer en su cargo. Con muy menor notoriedad, en esas mismas 24 horas, ese mismo Congreso, se había ocupado también de un tema menos espectacular que el impeachment presidencial: sin mucho trámite concedió una nueva extensión temporal de los derechos de autor. Apenas habían pasado 20 años desde la última vez que los afortunados publicadores de contenidos americanos solicitaron y lograron la anterior extensión.
Michael Hart, fundador del Proyecto Gutenberg...
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miércoles, abril 22, 2015

El hombre que solo quería regalar libros (II)

Por Gonzalo Tapia

Los guardianes

François Truffaut –y eventualmente Ray Bradbury, en su primera novela Fahrenheit 451– propusieron una sociedad futura hipercontrolada por el poder político que, en nombre del bien común, había condenado a los libros (junto a las casa de sus dueños) a arder en el fuego. En la reiterativa historia universal, esto ya había ocurrido muchas veces: el primer imperio chino, el cristianismo virulento del siglo IV, el Tercer Reich y otros, ya habían intentado vanamente acabar con los libros inconvenientes.

En ese inventado mundo totalitario, el gobierno pretendía imponer a sus súbditos un estado de felicidad obligatoria, y para lograrlo consideraba primordial el exterminio de los libros. Una red clandestina de lectores impenitentes se oponía ardientemente mediante la práctica de un método capaz
de ocultarlos en almacenes indetectables por la entidad represiva especializada. Se trataba de extirpar a los libros de su materia mundanal –y combustible– para ponerlos a buen recaudo: cada miembro de la resistencia debía memorizarse “el suyo” de principio a fin. De esta laboriosa manera, los textos regresaban, con fines de almacenamiento y preservación temporal, al abrigo maternal de un lugar semejante al de su creación: un cerebro humano.

domingo, marzo 22, 2015

El hombre que solo quería regalar libros (I)




Por Gonzalo Tapia

A mi amigo Oque Zimic, imprescindible
 animador de estos escritos


A la llegada de los años 70, el mundo se preocupaba del futuro con justificada gravedad.
Los soviéticos desplegando sus misiles tras la cortina de hierro, listos para el zarpazo final, y los chinos agitando turbulencias bajo el cielo con su Revolución Cultural, parecían estar ganándole la guerra fría a los Estados Unidos de la era Nixon. Los jóvenes americanos se movilizaban contra la guerra de Vietnam a la vez que producían una música extraordinaria –como sus parientes anglosajones de ultra mar– y exploraban sin descanso todas las puertas posibles de la percepción. Entre tanto, nosotros los americanos del sur, nos aprestábamos a abandonar sumariamente la prehistoria de la humanidad, tratando de seguirle el paso a la adelantada Cuba con nuestra cuota de revoluciones. En Chile, en la Argentina, en el Perú y en todas partes intentá- bamos atolondradamente seguir la consigna guevarista de crear muchos Vietnam.
 De alguna manera sin embargo, el curso de los acontecimientos nos permitía sospechar que el control real del futuro lo tendría el que detentara el poder nuclear y nos abriera el camino –como las carabelas de Colón– hacia la luna y las estrellas. Para la imaginación popular, las computadoras no habían ganado todavía más que un papel modesto: eran apenas herramientas auxiliares pero hiper costosas para científicos... (continuar leyendo o bajar el pdf)

lunes, octubre 06, 2014

La alegoría de la pantalla

Por Gonzalo Tapia

Al principio fue el cine

Mucho antes de la velada memorable del “Grand Café” de París en la que unos cuantos curiosos asistieron a la primera función pagada del cinematógrafo de los Lumière, los miembros de la especie humana ya eran antiguos usuarios de las pantallas.

Esa pantalla inaugural del cine tuvo su remoto antecedente, conjeturando con algo de audacia, en los muros de las cuevas que cobijaron a los hombres primitivos. Sobre esas irregulares superficies, el fuego proyectaba formas ondulantes que –como las nubes, el mar y las estrellas– tenían la virtud de excitar la imaginación de los hombres.

Algunos miles de años después  Platón, el ateniense, propuso con intrepidez que todo lo que le está deparado conocer a los comunes mortales, es una representación universal de sombras sobre el modesto ecran de un fondo de caverna. Sin embargo, en ese cuestionado mundo real, las pantallas continuaron sus existencias larvarias a través de los siglos en improvisados teatros de sombras, ejerciendo con modestia su función de sustrato de sueños.


La primera carga

Esa proyección de los Lumière fue para las pantallas como el clamor de trompetas que abatió las murallas del tiempo. En pocos años, estos rectángulos de paño plateado se harían fuertes en las ferias arrabaleras, ocuparían los barrios modestos de las grandes capitales y avanzarían como una marea incontenible hacia los lujosos barrios centrales, congregando multitudes cada vez más perfumadas y mejor vestidas.El mundo entero conoció así la primera carga de las pantallas: de las capitales de segundo orden a las cabeceras de provincia y luego a poblados cada vez más anodinos, las sala cinematográficas engullían a las multitudes hacia sus pantallas. También erraron por las plazas de pueblos perdidos, tomando los muros de las iglesias o usurpando la delicada función de las sábanas.





lunes, abril 22, 2013

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El eterno retorno de Maciste

You were born with a snake in both of your fists
While a hurricane was blowin’
R. Zimmerman

Generalmente no cuentan las veces en que a uno lo llevan al cine de la mano, ni cuando se asiste formando parte de un grupo.  La virginidad cinematográfica se pierde en soledad, cuando uno asiste al cine por sus propios medios propios, la primera vez.

No pocas veces la experiencia resulta trascendental, pero casi siempre es inolvidable.  A mí me ocurrió cuando tenía 7 u 8 años.  Por entonces mis aficiones literarias apenas habían remontado el período tumultuoso de la aniquilación de bellas colecciones de literatura infantil, para alcanzar la etapa de lecturas escolares compulsivas y otras, algo más espontáneas, de cuentos de hadas con ilustraciones tipo Walt Disney, hasta llegar a la frecuentación de la prestigiosa revista chilena Condorito.

martes, marzo 17, 2009

El juicio a la Bahía del Pirata

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Piratas: los de mis tiempos
El mundo ha conferido a la piratería muchos períodos de esplendor y muchas decadencias, pero ningún final.

El último signo de vida del fementido oficio sobre el mar lo detentan en nuestros días los piratas de Somalia. Ellos han puesto en alerta al comercio marítimo que pasa por la costa nor oriental del Africa. La modalidad no es novedosa: secuestran barcos y piden rescate a las navieras para devolverlos.

Pero otra piratería es la que florece actualmente. Su escenario, se ha mudado hacia el espacio sin dimensiones de la red internet. Otros son los capitanes que enarbolan el terrible emblema, otros los imperios que pretenden defender sus riquezas repartiendo bastonazos de ciego...
(continuar leyendo)

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