lunes, octubre 05, 2015

El hombre que solo quería regalar libros (III)

Por Gonzalo Tapia
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Para Jasita,
maestra rural
Asuntos inapropiados

El hombre más poderoso de la tierra, en quien un cambio repentino de humor o  un gesto ambiguo podían desencadenar consecuencias planetarias, era protagonista de un escándalo mayúsculo. Ya no le era posible mantener la serenidad que se exige a quien detenta un poder casi ilimitado. En opinión de sus encarnizados adversarios, el presidente había salpicado de lujuria los recintos más emblemáticos de la democracia. Después de negarlo por algún tiempo –agregando la mentira a la acusación– y solo cuando la evidencia no le dejó más escapatoria, el mandatario convino en reconocer como “relaciones inapropiadas” las que sostuvo con una joven y robusta voluntaria en la Casa Blanca. Los Estados Unidos, nación fundada por cuáqueros y puritanos, y el mundo entero, estaban divididos entre los que podían permitirse pasar por alto los arrebatos privados del presidente y los que exigían su destitución inmediata por el insuficiente gobierno de sus apremios.
El día 8 de octubre de 1998, el Congreso de los Estados Unidos decidió que el presidente Clinton, debía ser investigado para determinar si podía o no permanecer en su cargo. Con muy menor notoriedad, en esas mismas 24 horas, ese mismo Congreso, se había ocupado también de un tema menos espectacular que el impeachment presidencial: sin mucho trámite concedió una nueva extensión temporal de los derechos de autor. Apenas habían pasado 20 años desde la última vez que los afortunados publicadores de contenidos americanos solicitaron y lograron la anterior extensión.
Michael Hart, fundador del Proyecto Gutenberg...
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